miércoles, 24 de septiembre de 2008

El gobierno de José Miguel Carrera

En medio de estas agitaciones, la revolución seguía su marcha. Durante el año 1812, el gobierno de Carrera realizó algunos hechos culminantes que revelan los progresos de la idea de la emancipación.


a) Publicación de " La Aurora de Chile".-


La primera imprenta traída al país fue la de los jesuitas, como ya se ha dicho, pero en ella no se publicaron libros ni periódicos.


A fines de la Colonia, tanto el cabildo como la real universidad de San Felipe se habían preocupado de la conveniencia de dotar al reino de Chile de una imprenta como las que poseían las otras colonias españolas. Esta aspiración la hicieron suya, aunque infructuosamente, los primeros gobiernos revolucionarios, hasta que a fines de 1811 el industrial sueco, nacionalizado norteamericano, don Mateo Arnoldo Hoevel, hizo traer de Estados Unidos una imprenta y los operarios indispensables para manejarla.


El gobierno adquirió la imprenta, a fin de publicar un periódico que se tituló “La aurora de Chile” y cuyo primer numero salió a luz el 13 de febrero de 1812. Su director fue fray Camilo Henríquez, que desde un comienzo sostuvo en sus columnas la doctrina de la soberanía popular como fuente y origen de los poderes públicos.


Colaboraron también en la labor de Henríquez don Manuel de Salas, don Antonio José de Irisarri y el doctor don Bernardo Vera, cuyas plumas superaban a la suya por la animación y la claridad. Sin embargo, Camilo Henríquez tiene el merito de haber sido el primero que pidió claramente la declaración de la independencia de Chile. Hoy se le considera el padre de la prensa chilena.


La Aurora se publicó hasta abril de 1813, en que fue reemplazada por “El monitor araucano”.


b) Establecimiento de relaciones con los Estados Unidos: El cónsul Poinsett.-


El presidente Madison, al tener conocimiento de los sucesos que estaban acaeciendo en las colonias americanas, envió a Chile en el carácter de agente confidencial y con el título de cónsul o representante comercial a Mr. Joel Roberts Poinsett .


Poinsett, que a la sazón tendría unos 33 años, era descendiente de calvinistas franceses. Luego se convirtió en el consejero de Carrera y en activo propagandista de las ideas de independencia.


c) Creación de la primera bandera nacional.-


Sin decreto, pero bajo iniciativa de la junta de gobierno se creó una bandera nacional compuesta de tres franjas horizontales: azul, blanco y amarillo, y una escarapela de los mismos colores para el sombrero de los militares y de los funcionarios. Aquella fue la bandera de la Patria Vieja.



LA CONSTITUCION PROVISIONAL DE 1812.-


Desde antes había prometido Carrera la dictación de un reglamento constitucional, a fin de acallar los ataques de sus enemigos, que le acusaban de querer perpetuarse en el gobierno en forma arbitraria. De aquí salió la llamada constitución de 1812, elaborada, según parece, sobre la base de un proyecto de don Agustín Vial y de otro del cónsul Poinsett. En casa de este último se reunían los encargados de redactar el proyecto definitivo: Camilo Henríquez, don Francisco Antonio Pérez, don Manuel de Salas, don Francisco de la Lastra, don Jaime Zudáñez y don Hipólito Villegas. Zudáñez era altoperuano y Villegas argentino.


La constitución, que según el gobierno provisional, establecía que "la religión católica era y siempre sería de Chile", pero como se omitía el término "romana", mereció las objeciones y protestas de las autoridades eclesiásticas. Declaraba que el soberano era Fernando VII, quien debería aceptarla; que en su nombre gobernaría un ajunta de tres miembros; que habría un senado compuesto de siete vocales, u que se mantendrían los cabildos.


La junta, el senado u los cabildos serían elegidos por los vecinos de importancia por medio de actas escritas por ellos.

Cumplido este procedimiento, la constitución y la elección de miembros de la junta, senadores y regidores, fueron dadas por aprobadas con los votos de todos los que quisieron poner sus firmas en las actas de suscripción. Los que protestaron contra este sistema electoral o se atrevieron a votar por otras personas que las propuestas en las listas fueron víctimas de toda clase de violencias. "Bandas de mozos atropelladores- dice Barros Arana- que formaban parte del séquito de los Carrera y que por esto mismo contaban con la impunidad, asaltaron de noche en las calles a los que se habían negado a firmar la constitución y los ofendieron con insultos y golpes".

El gobierno, después de prometer hacer justicia a las víctimas de aquellos "jóvenes de inmoderado patriotismo", cono les llamó, terminó por amenazarlas hasta con el destierro, pues "la libertad de opinar y discurrir no debe extenderse hasta ser nociva a la sociedad…"

Uno de los Artículos equivalía a una proclamación disimulada de la independencia, ya que establecía que "ningún decreto, providencia u orden que emane de cualquiera autoridad o tribunal de fuera del territorio de Chile tendrá (aquí) efecto alguno, y los que intentaren darles valor serán castigados como reos de Estado.

La constitución ha sido considerada el paso más atrevido que había dado hasta entonces para declarar la independencia y proclamar la soberanía nacional. No pretendía crear, por lo demás, un régimen democrático, cosa que habría sido imposible dadas las condiciones políticas y sociales del momento. En cambio, mantenía la unidad de acción y la continuidad del movimiento revolucionario.

Sin embargo, despertó escaso entusiasmo. La aristocracia castellano-vasca, siempre empeñada en su sistema liberal de juntas, vio que, dado el procedimiento electoral implementado, el poder supremo seguiría en manos de Carrera. El clero y las clases modesta y baja, aún profundamente religiosas, vieron en la supresión del término "romana" un atentado contra la religión, y terminaron por inclinarse al bando realista, particularmente al sur del Maule, "donde el pequeño propietario era muy numeroso y la influencia del hacendado menos efectiva". Los realistas veían desconocida de hecho la autoridad de Fernando VII y roto el vinculo con España. Las provincias, donde había un marcado sentimiento local, se sintieron absorbidas por la capital, donde serían nombrados todos los altos jefes administrativos y militares.


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